La vasodilatación como defensa
Con el calor la piel se pone colorada. Es debido a que los capilares de la piel se dilatan para aumentar la zona de intercambio de calor con la superficie. La sangre pasa por ésta para ceder calor al aire y volver a refrescar al cuerpo. Si la temperatura de la sangre es superior a los 37º se calentará al pasar por la piel y aumentará la temperatura interna.
El sudor es fundamental
Es raro que la piel esté a temperaturas superiores a los 37º. El sudor es otro mecanismo de defensa del cuerpo. Su función es bajar la temperatura de la piel. Ésta está plagada de miles de pequeñas glándulas que producen una solución acuosa de sales y algunas sustancias de desecho: es el sudor. Su objetivo fundamental es evaporarse y así, enfriar la piel. Cuando corre una ligera brisa la evaporación del sudor se ve favorecida y se aprecia una agradable sensación de frescura. Por el contrario, un ambiente húmedo reduce esta evaporación y agrava los problemas que surgen con el calor.
Alteraciones físicas
El problema más habitual y menos peligroso son los vahídos. La intensa vasodilatación produce una caída de la presión arterial. Como consecuencia aparece una cierta dificultad para respirar junto a una sensación de mareo. Todo ello lleva a la pérdida del sentido. Unos momentos de reposo, tumbado a la sombra, bastan para recuperar al enfermo. Colocar las muñecas bajo un chorro de agua fría sirve como alivio.
En estas ocasiones la piel suele estar húmeda y relativamente fría. La temperatura interna es más elevada de lo normal. El corazón da la señal de peligro, produciéndose el mareo al no resistir el organismo la sobrecarga de mantener la presión. La deshidratación es más peligrosa, sobre todo en ancianos. La sed avisa de la pérdida de líquidos, y en algunas personas mayores, este mecanismo no funciona con precisión. Cuando falla el mecanismo del sudor, la piel permanece seca y sube la temperatura interior. Aparecen así los delirios de inconsciencia y un posible riesgo de coma.
Golpe de calor y deporte
El golpe de calor es uno de los enemigos más frecuentes del deporte cuando este se practica al aire libre en épocas de verano. Cuando un deportista está realizando sus ejercicios en un contexto de elevada temperatura ambiental suele surgir este problema. Los síntomas que se presentan son varios. Primero la piel suele estar seca, enrojecida y caliente.
Generalmente la persona sufre cefaleas, convulsiones y actúa de manera extravagante. Es el primer aviso. De ahí se pasa a la pérdida de consciencia y en el peor de los casos al coma. Asimismo la temperatura rectal es inferior a los 40º.
Tras comprobar estos síntomas ¿qué se debe hacer? Es fundamental obligar al deportista a interrumpir su actividad. Posteriormente llevarle a un sitio fresco y sombreado. Para favorecer el descenso de la temperatura hay que retirar su ropa. Después aplicar bolsas de hielo en el cuello, las axilas y las ingles. También es importante envolverlo en toallas húmedas en agua fría. Todo ello está destinado a que la temperatura de su cuerpo vuelva a ser la idónea. Es adecuado acompañar a estas medidas con la aplicación de masajes a las extremidades para así favorecer el enfriamiento.
Si el deportista está inconsciente hay que colocarlo en posición de recuperación horizontal. No es aconsejable la rehidratación oral hasta que la temperatura descienda a 38º o menos. En el último de los casos es importante solicitar atención médica de urgencia.
Con el calor la piel se pone colorada. Es debido a que los capilares de la piel se dilatan para aumentar la zona de intercambio de calor con la superficie. La sangre pasa por ésta para ceder calor al aire y volver a refrescar al cuerpo. Si la temperatura de la sangre es superior a los 37º se calentará al pasar por la piel y aumentará la temperatura interna.
El sudor es fundamental
Es raro que la piel esté a temperaturas superiores a los 37º. El sudor es otro mecanismo de defensa del cuerpo. Su función es bajar la temperatura de la piel. Ésta está plagada de miles de pequeñas glándulas que producen una solución acuosa de sales y algunas sustancias de desecho: es el sudor. Su objetivo fundamental es evaporarse y así, enfriar la piel. Cuando corre una ligera brisa la evaporación del sudor se ve favorecida y se aprecia una agradable sensación de frescura. Por el contrario, un ambiente húmedo reduce esta evaporación y agrava los problemas que surgen con el calor.
Alteraciones físicas
El problema más habitual y menos peligroso son los vahídos. La intensa vasodilatación produce una caída de la presión arterial. Como consecuencia aparece una cierta dificultad para respirar junto a una sensación de mareo. Todo ello lleva a la pérdida del sentido. Unos momentos de reposo, tumbado a la sombra, bastan para recuperar al enfermo. Colocar las muñecas bajo un chorro de agua fría sirve como alivio.
En estas ocasiones la piel suele estar húmeda y relativamente fría. La temperatura interna es más elevada de lo normal. El corazón da la señal de peligro, produciéndose el mareo al no resistir el organismo la sobrecarga de mantener la presión. La deshidratación es más peligrosa, sobre todo en ancianos. La sed avisa de la pérdida de líquidos, y en algunas personas mayores, este mecanismo no funciona con precisión. Cuando falla el mecanismo del sudor, la piel permanece seca y sube la temperatura interior. Aparecen así los delirios de inconsciencia y un posible riesgo de coma.
Golpe de calor y deporte
El golpe de calor es uno de los enemigos más frecuentes del deporte cuando este se practica al aire libre en épocas de verano. Cuando un deportista está realizando sus ejercicios en un contexto de elevada temperatura ambiental suele surgir este problema. Los síntomas que se presentan son varios. Primero la piel suele estar seca, enrojecida y caliente.
Generalmente la persona sufre cefaleas, convulsiones y actúa de manera extravagante. Es el primer aviso. De ahí se pasa a la pérdida de consciencia y en el peor de los casos al coma. Asimismo la temperatura rectal es inferior a los 40º.
Tras comprobar estos síntomas ¿qué se debe hacer? Es fundamental obligar al deportista a interrumpir su actividad. Posteriormente llevarle a un sitio fresco y sombreado. Para favorecer el descenso de la temperatura hay que retirar su ropa. Después aplicar bolsas de hielo en el cuello, las axilas y las ingles. También es importante envolverlo en toallas húmedas en agua fría. Todo ello está destinado a que la temperatura de su cuerpo vuelva a ser la idónea. Es adecuado acompañar a estas medidas con la aplicación de masajes a las extremidades para así favorecer el enfriamiento.
Si el deportista está inconsciente hay que colocarlo en posición de recuperación horizontal. No es aconsejable la rehidratación oral hasta que la temperatura descienda a 38º o menos. En el último de los casos es importante solicitar atención médica de urgencia.
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